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Mostrando entradas de julio, 2012

La aparente indiferencia de Dios.

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Plantearme el hecho de pensar en Dios con seriedad no me fue posible hasta después de cumplir los treinta. Tras un proceso largo y tortuoso en el que estaba desterrada desde el principio la idea de un Dios personal, al estilo de Abraham, fue tomando peso en mí la posibilidad de que existiera algún tipo de “entidad” o “energía universal” que hubiera dado forma al universo y animado la vida que contiene. Sentía un enorme prejuicio en cuanto al término “Dios” ya que lo relacionaba con mi infancia y con mi juventud dónde todo lo que concernía a esta palabra me resultaba, cuanto menos, absurdo; cuanto más, incoherente y en extremo pueril. Hablar de una “entidad” o “energía universal” me brindaba la oportunidad de partir de cero, de descubrir, si es que acaso los tenía, sus atributos y sobre todo me permitía sentirme libre de todo tipo de presión o juicio que éste pudiera ejercer sobre mí. Eliminado este prejuicio y de algún modo estabilizadas mis conclusiones con respecto al nombre con

Religión y espiritualidad.

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A menudo experimentamos cierta confusión en cuanto a estos dos términos al sentir que tenemos tendencia hacia la espiritualidad y al mismo tiempo rechazamos la doctrina de la religión en la que hemos estado establecidos o hemos sido educados. Desde mi punto de vista la religiones, si bien tienen su origen en la inspiración directa del espíritu en quienes las fundaron o promovieron, cuando llegan a nosotros no son más que un conjunto de normas morales o reglamentos que dirigen nuestra forma de comportarnos en el mundo, como si de un programa de ordenador “psicosocial” se tratase. Por añadidura, las normas que surgieron de aquella comunicación especial, iban dirigidas hacia una sociedad determinada, hacia un estadio de evolución muy concreto que, gracias a ellas, tomaba el impulso para crecer y desarrollarse en comunidad. Quizá decir que las religiones son, únicamente, un corpus de reglamentos no sea totalmente justo. Dentro de sus mensajes hay una parte de sabiduría perenne que sie

El modo en el que entramos en contacto con el espíritu.

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Soy de la opinión que es el espíritu quien busca hacerse manifiesto en el ser que anima, en este caso en cada uno de nosotros. Se trata de un proceso de maduración. En una primera instancia se desarrolla el cuerpo en todas sus complejidades incluido el cerebro con cambios fundamentales como los que se producen en nuestra adolescencia y de algún modo se estabilizan durante la juventud. Pero aún en esta etapa en la que el hombre puede considerarse provisto física y psicológicamente con los medios suficientes como para enfrentarse a los retos que le planteará su vida, quizá aún sea incapaz de escuchar su “voz”, una voz que le estará indicando que hay algo más de lo que ve, de lo que escucha y lo que experimenta dentro y fuera de sí mismo. Creo que el modo en que el espíritu establece contacto con nosotros no tiene una formula fija o definida. No existe una edad determinada en la que por norma deberá manifestarse. Ni tampoco podremos distinguir con claridad sus primeras “palabras”.   Ad

¿Qué significado tiene la espiritualidad a las puertas del siglo XXI?

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Para que no haya confusión en cuanto al significado de los términos “conciencia” y “espíritu” en lo referente a este artículo, aclararé que los utilizo con el mismo sentido. Al ir desarrollando mi argumento, irá apareciendo el porqué. Desde mi punto de vista, la espiritualidad está hoy en día tan vigente en la naturaleza de los hombres como lo podría estar al principio de la edad antigua, la edad media o incluso la edad de los metales. El hecho de que una gran mayoría de las personas que pueblan el mundo occidental esté descontenta o incluso rechace la religión en la que se ha educado, no es motivo para que también rechace su espiritualidad. En realidad, hoy en día más que nunca, estamos deseosos de descubrirla, de entenderla y desarrollarla en la medida de nuestra propia capacidad para comprender lo que esto significa. Sin duda es difícil percibir que en nuestro cuerpo físico existe un “centro mental” desde el que procesamos nuestro entorno y tomamos las decisiones funcionale