El deseo de morir (Batalla en el Camino Espiritual y Personal)

Ejemplo y desarrollo de una de mis batallas espirituales y personales en la que aparentemente he perdido.

En muchos momentos de mi vida he deseado morir. Generalmente atravesaba por momentos de intensa desesperación. En la actualidad, me siento tranquilo, aceptando la insustancialidad de mi vida, la casi absoluta falta de esperanza así como el pensamiento de que nada distinto a lo que conozco me puede ocurrir.
Darme cuenta de que mi vida transcurre en piloto automático, de que mi personalidad actúa por si misma y que yo puede hacer gran cosa para cambiarla, no me da tranquilidad, pues conozco mis limitaciones tanto intelectuales como de índole material y sé que me espera un escenario lleno de carencias.
Solo hay una cosa que me queda por vivir y es conectar con alguna persona a un nivel profundo. Eso, para mí, tal y como está estructurada mi personalidad es prácticamente imposible. Me boicoteo yo mismo y desde lo más profundo de mí obstaculizo el encuentro. Por otra parte, pienso que con la edad que tengo eso ya no será posible.
No obstante creo que estos motivos que acabo de dar no son los verdaderos. Si tuviera la seguridad de que no me iba a faltar un lugar donde vivir y dinero para comer y vestirme, tal vez no me importaría continuar viviendo, aunque mi vida no tuviera ningún sentido. Es esa presión de fondo que martillea mi mente y con ello todo mi ser, como consecuencia de las emociones que se generan, lo que me hace desear que mi vida termine.
En este momento podría decir que he fracasado en mi camino espiritual. Esto se debe a la creencia de que cuando uno alcanza la meta se encontrará con la felicidad, con la sabiduría, con el Creador. Puesto que yo no me encontrado con nada de eso, después de haberme entregado al camino con absoluta sinceridad, cabe pensar honradamente que o bien he fracasado, como decía al principio, o bien no hay nada de eso y todo es una gran mentira con la que uno se entretiene, con la que uno se distrae de su falta de objetivos o de sus eventuales insatisfacciones.
No siento el impulso de quitarme la vida, pero sí deseo morir. No obstante, quizá ese deseo no sea más que un chantaje como el llanto o la autocompasión; un modo de hacer ver y manipular a ese “Dios” de la infancia para que cambie mis circunstancias por arte de birlibirloque con unos de sus “milagros”.
No puedo hacer nada más que esperar y ver lo que sucede de ahora en adelante sin demasiada esperanza.
No obstante tomar conciencia de este hecho, de este chantaje, parece haberme devuelto la energía y me hace ver los pensamientos hostiles que conformaban la autocompasión como fuerzas a las que vencer. Sin duda son una batería constante bombardeando mi consciente. Al darme cuenta de ello ya no me permito desarrollarlos, pero eso no impide que al llegar hasta mí me causen daño y por algún momento sucumba a la autocompasión.
Aurobindo decía que hay que dejar pasar la “onda”, pero eso no es tan fácil. Cuando la onda pasa, con ella aparece la debilidad. Más bien hay que frenar la onda, aunque más importante que frenarla es darte cuenta de su llegada, del pequeño impacto que produce y que si no eres consciente de su naturaleza se desarrolla por sí sola envolviéndote con su morbosidad y, en consecuencia, sucumbiendo al desarrollo del pensamiento dañino.
Todos los años sin excepción, al final del invierno y el principio de la primavera, experimento una bajada de ánimo considerable. Antes luchaba contra ella, pero ahora no tengo mucho interés ya que esa lucha siempre ha sido estéril cuando no contraproducente ya que hacía que, en algunos casos, me sintiera peor.
Deseo que “esto” termine, que mi vida termine. Osho dice que cuando dejas de tener deseos mueres porque nuestro cuerpo-mente no es más que una máquina para crear y materializar deseos; eso es lo que te impulsa a vivir. Dice que cuando alguien alcanza la iluminación muere pronto porque sus deseos desaparecen por completo y no tiene razón de ser la existencia de su cuerpo-mente. Sin duda existe aún algún deseo en mí ya que todavía permanezco con vida.
Envidio a las personas cuyo ánimo es constante durante todo el tiempo. En mi caso nunca ha sido así, ni cuando era joven. Siempre lo he atribuido a que estaba a solo. Puede que tenga razón, aunque no tengo la certeza de ello. El caso es que algo dentro de mí se está cansando de verdad de la experiencia de este mundo. Espero que pronto, por sí mismo, ese “algo” haga algo y ponga fin a este sinsentido, a esta especie de tortura átona, que no por ser débil deja de ser dolorosa.
Llegado a este punto pienso que la iluminación espiritual, sin tener cubiertas las necesidades básicas materiales y en mayor medida las emocionales, supone un fracaso tan arrollador como tenerlo todo y vivir prisionero del “sueño” que constituye esta vida.
Saber que todo es un “sueño” y que la vida te vive por sí misma sin tu intervención no te hace feliz, no evita tu sufrimiento, no te dispensa de tener cubiertas las necesidades afectivas, no te hace inmune a la depresión.
Sin duda son ciertos los momentos de éxtasis, pero son tan ciertos como transitorios o impermanentes. Por otro lado Buda ya hablaba de la impermanencia de las cosas.
Mi vida no tiene sentido porque la vida en sí no lo tiene. Puedo tratar de darle alguno, pero no sería más que un engaño para mi mente, para que me dejara de torturar. Solo la propia vida puede salvarme de este dolor, pero si no lo ha hecho en todos estos años, si no lo hace con quien verdaderamente está prisionero de grandes padecimientos no veo por qué haya de hacerlo conmigo.
Creo que la mayoría de los buscadores son sinceros en su búsqueda, pero no se atreven a hablar de lo que viene después. Sería como admitir que “Ananda” es una gran mentira o una verdad muy parcial. Uno tiene que dar sentido a todos esos años de trabajo interno, a todo ese esfuerzo por comprender, a todo ese conciliarse con el mundo hostil en el que vivimos… al final está la promesa de una recompensa. ¿Pero qué recompensa es esa?... Si la encuentro daré fe de ella en este blog.

(Con este tipo de post no creo que venda muchos libros. Je, je.)

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